Los ambientes urbanos son ecosistemas artificiales creados por el hombre en los cuales solo algunas especies invasoras resultan ser exitosas y, libres de sus predadores naturales, pueden llegar a convertirse en especies plagas. Los roedores sinantrópicos son uno de los mejores ejemplos y de hecho, son históricamente uno de los principales enemigos del hombre, dado a que ocasionan importantes pérdidas económicas por daños y contaminación de alimentos y por ser responsables epidemiológicos de numerosas enfermedades infecciosas. Sin embargo, el incremento de la urbanización y de la pobreza en algunos centros urbanos señalan la existencia de un nuevo potencial enemigo: los roedores silvestres. Las escasas especies de roedores silvestres que logran sobrevivir en un ecosistema altamente transformado como es una ciudad, ocupan relictos de vegetación ribereña y/o espacios verdes del entramado urbano (parques de grandes superficies; reservas urbanas etc.). Estos ambientes, si bien fueron tradicionalmente usados por el hombre con fines recreacionales, en los últimos años frente a cambios en el patrón socioeconómico creció su ocupación con el asentamiento de viviendas precarias y barrios carenciados. Estas condiciones favorecen a una mayor interacción entre patógenos zoonóticos que pueden transmitirse horizontalmente entre las poblaciones de roedores silvestres, roedores sinantrópicos, el hombre y sus animales domésticos favoreciendo a la emergencia o reemergencia de enfermedades infecciosas.
Los rodenticidas fueron y siguen siendo por su alta efectividad el método más utilizado en el mundo para el control de roedores plaga. Sin embargo, el incremento de la resistencia genética y una mayor preocupación por la salud animal han llevado a que cada vez se acepte menos el uso de métodos reactivos como únicas estrategias de control. De hecho, actualmente se justifica el uso exclusivo de tóxicos solo en los casos en que el problema de infestación se encuentre claramente establecido. Sin embargo, no siempre es esa la situación a la cual se enfrenta tanto el profesional de control de plagas como los investigadores de estos temas. Es indiscutible que las ciudades son ambientes muy complejos y con una alta tasa de transformación que favorece a la invasión de especies oportunistas. El punto está en considerar cuándo el ambiente ofrece los recursos necesarios de alimento y refugio para que una determinada especie invasora pueda colonizarlo, sobrevivir, reproducirse en forma exitosa y transformarse en plaga y consecuentemente dispersarse hacia otros ambientes. En este contexto es plausible entender por qué para poder actuar en forma efectiva ante un problema de infestación de roedores es necesario conocer las características de la especie en relación a su biología y comportamiento, las características del ambiente y fundamentalmente, el efecto de dicha interacción es decir, el uso que hace la especie de ese ambiente ya que define la dinámica de su población (tasa de natalidad, mortalidad y dispersión).
El enfoque del manejo de los roedores plaga basados en el conocimiento ecológico de la especie fue propuesto por primera vez por Hansson & Nilsson hace ya casi cuatro décadas. A pesar del tiempo transcurrido y de los muy buenos ejemplos existentes en la bibliografía de roedores que muestran el importante aporte de conocimiento que brindan dichos estudios al desarrollo de estrategias efectivas, el control de roedores por tradición ha permanecido orientado a lograr un aumento visible en la mortalidad, sin la atención adecuada a otros procesos demográficos. De hecho, en ambientes con alta disponibilidad de recursos (alimento y refugio) el éxito del uso de rodenticidas es muy limitado debido a la alta capacidad de recuperación que presentan las poblaciones de roedores plagas en poco tiempo. Peor aún, pueden ser ignorados ya que la oferta de alimento puede competir con el cebo en su atractividad y no ser consumido enmascarándose el nivel real de infestación que presenta el ambiente además de poner en riesgo a especies no blanco.
Por otro lado, como se mencionó previamente, en los ambientes urbanos no solo se encuentran especies de roedores sinantrópicos. La presencia de roedores silvestres genera en la actualidad, al menos para la Ciudad de Buenos Aires, un nuevo desafío para su control poblacional. En este caso el principal problema radica en que las especies silvestres, al presentar hábitos alimenticios diferentes a la de las especies invasoras, no son atraídas por los cebos tóxicos que actualmente se comercializan. Las especies silvestres son en general herbívoras; insectívoras y/o granívoras siendo mucho más especialistas en elegir sus ítems alimenticios que las especies invasoras las cuales en su dependencia con el hombre para sobrevivir presentan un comportamiento más oportunista y una dieta mucho más amplia (omnívoras).
En este contexto, nuestras investigaciones llevadas a cabo en la Ciudad de Buenos Aires desde hace casi 20 años tienen como objetivo aportar conocimiento sobre la ecología de las especies presentes en los diferentes ambientes, sus requerimientos y estrategias de vida a fin de que sean usados para la toma de decisiones apropiadas ya sea para el control de especies plagas o conservación de nativas.